A veces, el dedo omnipotente de Dios, o de quien sea que haya inventado el juego éste que jugamos, se posa sobre vos, sobre tus hombros y te da el respiro necesario, y te salva de alguna que otra atrocidad, pide pido para vos, te da un descanso.
Así, las voces más insoportables no suenan tanto en tu cabeza y los días ya no pasan sobre vos y el tiempo va a tu lado.
Canciones de rock, libros prestados, camisetas de algún club que ni siquiera conocés, sueños pausados; todo resulta familiar y conocido, todo es justo a la medida de tus sueños, todo tiene la métrica precisa y todo está afinado.
- (Entonces, de nuevo la trampa que vos mismo te ponés: la sensación de haber errado, de apostar a lo incorrecto, de haber marcado el número de la “sucursal tranquilidad” y haberte equivocado.)
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